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Mi
pueblo no escuchó mi voz,
Israel no me quizo obedecer:
por eso los entregué a su obstinación,
para que se dejaran llevar por sus caprichos.
¡Ojalá mi pueblo me escuchara,
e Israel siguiera mis caminos!
Yo sometería a sus adversarios en un instante,
y volvería mi mano contra sus opresores.
Los enemigos del Señor tendrían que
adularlo,
y ese sería su destino para siempre;
Yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo
y lo saciaría con miel silvestre. |
Lu.XVIII-1 |