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Tú no
eres un Dios que ama la maldad;
ningún impío será tu huésped,
ni los orgullosos podrán resistir
delante de tu mirada.
Tú detestas a los que hacen el mal
y destruyes a los mentirosos.
¡Al hombre sanguinario y traicionero
lo abomina el Señor!
(*)
Pero yo, por tu inmensa bondad,
llego hasta tu Casa,
y me postro ante tu santo Templo
con profundo temor.
(**)
Así se alegrarán los que en ti
se refugian
y siempre cantarán jubilosos;
tú proteges a los que aman tu Nombre,
y ellos se llenarán de gozo |
(*) Ma.XIII-2
(**) Lu.XXIII-2 |