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Respóndeme cuando te invoco, Dios,
mi defensor,
tú, que en la angustia me diste un desahogo:
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y ustedes, señores,
¿hasta cuando ultrajarán al que es mi Gloria,
amarán lo que es falso y buscarán lo engañoso?
Sepan que el Señor hizo maravillas
por su amigo:
él me escucha siempre que lo invoco.
Tiemblen, y no pequen más;
reflexionen en sus lechos y guarden silencio.
Hay muchos que preguntan:
«¿Quién nos mostrará
la felicidad,
si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?.»
Pero tú has puesto en mi corazón más alegría
que cuando abundan el trigo y el vino. |
Ma.X-2 |