SAN CLEMENTE I, papa y mártir
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Clemente de Roma o San Clemente I, fue un religioso cristiano de finales del siglo I, obispo de Roma, y en tanto que obispo de la ciudad eterna, también papa. Su pontificado se estima que sucedió a finales del primer siglo. La Iglesia católica en su liturgia romana conmemora el martirio de san Clemente el día 23 de noviembre, y en el Canon romano de la Eucaristía se ha inscrito su nombre en el memento de los santos (después de los papas Lino y Cleto). En Roma existe una antiquísima basílica levantada sobre su tumba.
Tradición e Historia San Clemente, obispo de Roma en los últimos años del siglo I, es el tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Anacleto. El testimonio más importante sobre su vida es el de san Ireneo, obispo de Lyón hasta el año 202. Él atestigua que Clemente «había visto a los apóstoles», «se había encontrado con ellos» y «todavía resonaba en sus tímpanos su predicación, y tenía ante los ojos su tradición» («Adversus haereses» III, 3, 3). Es posible que conociese a San Pablo, el apóstol de los gentiles. Testimonios tardíos, entre los siglos IV y VI, atribuyen a Clemente el título de mártir. |
En el Adversus haereses III,3.3, San Ireneo expone una lista de los obispos romanos, situando a Clemente Romano como el tercer sucesor del apóstol Pedro. Eusebio lo menciona también como tercer sucesor de San Pedro, y encuadra su pontificado entre los años 92 al 102. Tertuliano nos dice que fue consagrado obispo por el mismo apóstol Pedro, Epifanio nos cuenta que renunció al primado en favor de Lino y Anacleto, primer y segundo sucesor de Pedro, pero que a la muerte de estos recuperó el cargo.
Restableció el uso de la Confirmación según el rito de san Pedro. Empieza a usarse en las ceremonias religiosas la palabra Amén.
Durante su pontificado, aparecieron los primeros cismas y las primeras herejías en la Iglesia: los gnósticos y los ebionitas.
Por ser cristiano fue desterrado por el emperador Trajano del Ponto a Crimea (al sur de Rusia) y condenado a trabajos forzados a picar piedra con otros dos mil cristianos. Las Actas antiguas añaden que en Crimea convirtió a muchísimos paganos y los bautizó. Los obreros de la mina de mármol sufrían mucho por la sed, porque la fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros de distancia. El santo oró con fe y apareció una fuente de agua cristalina. Esto le dio más fama de santidad y le permitió conseguir muchas conversiones más.
Un día las autoridades le exigieron que adorara a Júpiter. Él dijo que no adoraba sino al verdadero Dios. Entonces fue arrojado al mar, y para que los cristianos no pudieran venerar su reliquia, le fue atado al cuello un hierro pesadísimo. Pero una gran ola devolvió su cuerpo a la orilla.
San Cirilo y San Metodio llevaron a Roma en el año 860 los restos de San Clemente, los cuales fueron recibidos con gran solemnidad en la Ciudad Eterna, en donde se conservan.
Liturgia
La memoria facultativa de Clemente, venerado ya a fines del s. IV según Jerónimo (392) en el “titulus Clementis” (una iglesia de Roma que conserva la memoria del nombre del santo) y denominado “sacerdos et martyr” en el sacramentario veronense (inspirado en textos sirios muy antiguos) perpetúa un culto muy difundido en Roma, África, Galia, España e incluso Bizancio.
El misal tridentino hacía memoria del martirio de san Clemente según textos de finales del s. V en latín, que coloca a Clemente en tiempos de los emperadores Nerva y Trajano. Según estos textos, Clemente sería el sucesor inmediato de san Pedro, y el papa condenado al destierro en la península de Crimea.
La Carta a los Corintios
El único escrito que se conserva de Clemente Romano es la Epístola a los Corintios. Es el documento papal más antiguo luego de las Cartas de San Pedro y la primera obra de la literatura cristiana, fuera del Nuevo Testamento, de la que consta históricamente el nombre de su autor, la situación y la época en que se escribe.
Clemente escribe, como obispo de Roma, a la Iglesia de Corinto en referencia a la desobediencia de algunos fieles hacia los presbíteros. Su intervención en un asunto particular de otra Iglesia indica la preeminencia o primado de Roma. También se le atribuyó falsamente una segunda carta (Pseudo clementina).
La carta, citada por Ireneo (s. II), Hegesipo y Dionisio de Corintio, testimonia la autoridad del obispo de Roma, que interviene por primera vez en las contiendas de otra iglesia y trata de conciliar los ánimos recomendando el respeto de la jerarquía eclesiástica, reivindicando un primado sobre las demás iglesias. Según Clemente, los obispos, presbíteros y diáconos no pueden ser destituidos por la comunidad, puesto que han sido instituidos por los apóstoles en nombre de Cristo.